Al otro lado del espejo
— Cariño, ¿Con quién hablas? — Con nadie mamá, es la tele.— Decidí llamar “nadie” a lo que había debajo de mi cama; por lo menos no iba a ser un mentiroso, no con ella, no se lo merecía. En el fondo sólo intentaba ayudar, a pesar de todo me quería y no podría soportar el volverme a ver encerrado en aquel sitio. Pero si le contaba que Él había vuelto...no tendría más remedio que volver a llamar al doctor, y éste trataría, en vano, de ayudarme, administrándome un cóctel de pastillas que sólo servirían para, una vez más, dejarnos a mí y a Él en un estado de letargo y con el cerebro embotado. Lo cierto es que las primeras semanas tras el alta sentí una maravillosa y tranquila soledad, pero pasó el tiempo y todo volvió a ser igual. Podía ver su silueta gris siguiéndome por la calle, ni por mucho que corriera conseg...