Las velas de la princesa
Si esta historia empezase como las demás, hace mucho mucho tiempo, en un lugar muy lejano… no tendría sentido contarla. Si hubieran pasado muchos años a esta princesa ya no le dolería tanto el pecho. Y los versos más tristes que se hayan podido pensar no seguirían intentando abrirse paso a borbotones por sus ojos, en forma de pequeñas gotitas saladas, al no encontrar salida en su pluma, o en su voz. Pero a esta princesa le sigue doliendo el pecho. No tanto como antes pero lo suficiente para no poder dormir sin abrazar algo blandito y suave. Y en los días tristes el sabor de la comisura de sus labios le sigue recordando al mar, a su mar, siempre tan lejano. La princesa vivía en un viejo torreón. No era el mejor del reino, pero era su torreón. Y vivía con un viejo sabio. No era el sabio más amigable de la región, pero era su amigo. Y como dijo otro pequeño príncipe una vez, eso lo hacía úni...