Todos nos vamos para volver
Nunca se me han dado bien los cambios.
Algunos de los mejores recuerdos de mi infancia son en la Estación de Chamartín. Pero esa estación ya no existe. Sólo queda un pequeño trozo de aquel suelo. Estas baldosas.
El desarraigo es muy duro.
No tener nunca a dónde volver.
No poder volver a pisar la casa de tu infancia, ni la casa de tus abuelos, porque ya no existen. No tener a nadie que te diga que los problemas de circulación son de familia, y lo de odiar las judías, y lo de querer el agua muy fría y el chocolate en la nevera. No sentir la navidad como navidad porque tus tradiciones se han perdido, y las personas con las que las compartías ya no están. Tener el peso constante de recordarlo todo, porque todo lo que tú olvides se habrá perdido para siempre.
Sentir que a cada paso que das el suelo detrás de tí desaparece. Abrumado por la nostalgia pero sin poder parar de mirar atrás.
Si tenía razón Rilke y "la verdadera patria del hombre es la infancia" siento que el capitalismo es el aniquilador de la patria. Paseo por el Madrid en el que he crecido y no queda ningún sitio en el que sentarme una vez más con el recuerdo de mi madre. Todos nos vamos para volver, pero al llegar ya no queda nada.
"What novelty is worth that sweet monotony where everything is known and loved because it is known"
—(Joe March, from "Little Woman" reading George Elliot's "The Mill in the Floss").
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