Sólo el tiempo es capaz de atenuar el eco de mi añoranza. Pero ésta resurge de forma implacable cada vez que recuerdo que es posible ser genuinamente feliz al sentir tu mirada en mi mirada, tu sonrisa reflejo de la mía. Y no quiero sucumbir al encantamiento de la noche, pues mañana será otro día, un día más lejos de tu recuerdo, un día menos intenso en mi memoria, un día más que caerá como un pesado grano de arena a la infinita cuenta atrás antes de volver a verte. Y temo sucumbir bajo el peso de mi alma, que lucha por hacer eterno cada gramo que de ti atesoro. Y lucho por verte en el espejo cada vez que me miro, y por abrazarte cada vez que abrazo. Y te imagino sonreír cada vez que sonrío, pero me siento morir cada vez que imagino. E intento aferrarme al consuelo último de todo artista. Porque yo no viviré para siempre, y tu fantasma en mí tampoco, pero el arte enterrará al universo. Y toda musa de artista permanecerá incorruptible y bella si quien ha de retratarla ama cada pince