Sudor Helado

                  Sudor Helado
Primero oscuridad. Un terror nocturno, incontrolable, casi infantil invade tu mente. Entonces un fogonazo, por fin empiezas a respirar. Tus ojos se acostumbran a la luz. Se dibuja ante ti una estampa ya conocida. Un lago, ese lago. El muelle, la caseta, los árboles. Miras hacia arriba, cielo encapotado, olor a madera podrida, sensación de humedad. Oyes pasos a lo lejos, y risas de niños, ellos juegan. Un sonido irrumpe en escena, atronador, seco, sordo...de pronto silencio. Unas botas hacen crujir la gravilla del terreno. Entonces otras pisadas suenan, aceleradas, en tu dirección, hacia el muelle. Intentas girarte pero tus músculos no responden. Estás inmóvil, petrificado; quieres correr, gritar...sólo tus ojos se mueven descontrolados, como poseídos, en el interior de tus cuencas.
El niño sigue corriendo, tu mente te dice que le detengas, que le salves...pero no puedes hacer nada. Otro sonido seco similar al anterior. Otro fogonazo, esta vez a cámara lenta y con una tonalidad mortecina; se apaga y de nuevo, oscuridad.
Te levantas de la cama, sobresaltado, empapado en un sudor helado que se filtra por tu piel, por tu cabeza, por las sábanas, y que cala hasta los huesos. Sólo un pensamiento en tu mente: "¿Ocurrió realmente? ¿Volverá a ocurrir?".

Agnes Hightopp

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