Pájaro de guerra

Pájaro de guerra

Caminamos durante horas por aquel páramo desolado y embarrado, la botas se nos hundían en el lodo a cada paso. El cansancio de la noche anterior unido al luto que mentalmente rendíamos todo el escuadrón por nuestros camaradas caídos, hacía que la marcha fuera horriblemente extenuante. Algunos comentaban, con resignación, que caminábamos directos hacia al infierno, yo difería, en mi opinión hacía mucho que habíamos cruzado esas puertas. El pelotón de reconocimiento había informado de fuego enemigo a apenas dos kilómetros de nuestra posición. La noche estaba cerrada, al parecer ni la luna se atrevía a observar la masacre anunciada de aquella noche. No veíamos a un palmo de nuestras narices, hasta que un destello a pocos metros nos cegó, fue el primer ataque del enemigo, una granada de mano...segundos después las balas empezaron a volar por encima de nuestras cabezas. Abrimos fuego a discreción contra las filas enemigas, pero nuestro ejército había sido diezmado y poco podíamos hacer más que intentar sobrevivir hasta la siguiente batalla. Recargaba mi M-60 cuando algo impactó en nuestra barricada, esa es la última escena que tengo de aquella noche.
Cuando recobré el sentido miré a mi alrededor y me topé con un escenario desolador, sólo mi compañero y yo, que habíamos quedado sin sentido en el suelo, sobrevivimos al fuego enemigo. Los cuerpos de nuestros compañeros cubrían el suelo bañado en sangre, a partir de ahí ya nada tiene sentido. En aquel momento y hasta el día de hoy maldigo con toda mi alma al maldito cabrón que disparó mal la maldita arma que debía haberme matado en aquella maldita guerra, le maldigo por depararme un destino peor que la muerte. El vivir sintiendo todas esas muertes sobre mí como un pájaro negro sobre mi cabeza, atormentándome hasta consumirme. Algunos dicen que se puede perder una batalla, y luego ganar la guerra...lo cierto es que no he oído jamás semejante estupidez, porque al final la guerra nos acaba venciendo a todos...



Agnes Hightopp


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