Tras la alambrada

Tras la alambrada



El frío y el silencio se apoderaron del ambiente en cuanto llegué a la vía de acceso al recinto. Se podían ver los oscuros muros de las cabañas tras la verja, y los tejados rojizos de las dependencias antaño ocupadas por algunos de los mayores monstruos que la historia haya conocido.
El sonido chirriante de la vieja valla metálica al abrirse, recorrió en forma de escalofrío todo mi cuerpo, y en ese preciso momento pude sentir como las almas de todas las personas que habían pasado por allí, despertaban de su eterno letargo. Podía sentir sus ojos cansados y apagados detrás de la alambrada, atravesándome con la mirada a cada paso que daba por aquel camino; si me concentraba podía percibir hasta el repelente olor a carne quemada que, a mi parecer, seguían emanando las incineradoras. Y a pesar de saber a ciencia cierta que el fantasma de aquel genocidio quedaba ya muy lejano, sentía en mi propia piel el temor de toda aquella gente, podía oír sus gritos ante la presencia de sus torturadores; cuyos espectros todavía rondaban el lugar. Los números grabados en sus muñecas recorrían mi mente imparables, intercalados con el escalofriante nombre del lugar: Auswitch.
Entonces comprendí que los episodios así dejan en sus escenarios una huella mucho más profunda de la apreciable a simple vista, la señal imborrable de la destrucción humana.

Agnes Hightopp

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