Polvo de estrellas

Polvo de estrellas


Y entonces, en este punto te detienes. Miras a tu alrededor y lo ves todo más claro que nunca. Y piensas en la infinidad de pequeñas acciones prácticamente imposibles, completamente improbables, que han tenido que suceder desde la creación del universo, para que estés, aquí, ahora, para que seas como eres, para que puedas pensar en todo esto. Y te preguntas a qué lugar van los recuerdos cuando son olvidados, a dónde las chispas de ilusión casi imperceptibles que se ven en los ojos de los hombres cuando estos, por un segundo, se tienen por nuevamente niños. Y entiendes todas aquellas frases recogidas en libros de poesía y de filosofía que intentan, vanamente, dar sentido a nuestra existencia. Y miras al cielo con los ojos cerrados, y trazas ondas con tu brazo extendido sobre el aire, y dejas que el viento acaricie tu rostro, trayendo consigo una oleada de momentos felices vividos, que pasan ante tí como una estrella fugaz, haciéndote sonreir una vez más. Y los abres, y ves los colores del atardecer dibujando sombras sobre las formas esponjosas que flotan más arriba, sobre las cabezas de todos aquellos que no reparan siquiera en la belleza de su existencia. Y recuerdas aquella frase que leíste tiempo ha en uno de los envejecidos libros de tu biblioteca, “Los dos días más importantes de tu vida son el día en que naces y el día en que descubres por qué”  decía un tal Mark Twain. Y entonces, sólo entonces te das cuenta de que este es el segundo día más importante de tu vida.



Agnes Hightopp

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