6.724.800 minutos

13 años, 4.670 días, 6.724.800 minutos. Este es el tiempo que ha pasado desde que pisé por primera vez el Colegio Claret, hasta el último día que caminé como alumna por él.

11 de Septiembre de 2001

Recuerdo como si hubiera sido ayer aquel primer día, los llantos al separarme de mi madre, la habitación con caras desconocidas, cómo se me pasó la rabieta cuando descubrí la cantidad de juguetes que había al fondo de la clase...recuerdo el Babi gris de cuadros azules con el escudo, mi mochila con ruedas de Mickey Mouse. Recuerdo la inocencia de todo aquello como el sabor de un viejo caramelo que simplemente dejaron de fabricar.
(también recuerdo estar en brazos de mi madre, en casa de mis abuelos, y ver a mi tío entrar corriendo en el salón, encender el televisor y ver las imágenes de dos enormes torres derrumbándose en mitad de una nube de humo).

25 de Junio de 2014

Las clases ya habían terminado, voy al colegio a recoger mis notas finales, con mi madre, como aquel primer día. Me despido de los pocos compañeros que veo en el pasillo. No pude despedirme bien porque el último día estaba en Torremolinos con el equipo de fútbol. Mientras espero mi turno me voy acercando a otras clases, de todos los pasillos, para despedirme de todos los grandes profesores que he tenido (todos los que estaban). Creo que pocas veces me ha costado tanto decir adiós, puede que porque era consciente de que este adiós era diferente, de que en septiembre no volvería a estar ahí, de que nada sería igual a partir de ese punto. Digo adiós a Nuria, mi primera profesora de infantil, a Susana, mi última tutora, y recuerdo a todos los que han tenido un lugar especial, a pesar de todo (Mari Nieves, Leonor, Mari Carmen, Tutxi, Susana, Urbis, Raquel, Pilar, Guillermo, Quique, Miguel Ángel, Pisabarro, Mª Antonia, Marina, Quintana, Óscar, Cristina, Blanca, Lola (de teatro)...y por supuesto a Enrique, el fabuloso director (espero no olvidar a nadie..)) y espero poder llamar a algunos de ellos amigos algún día.
Y también me despido interiormente de aquellos a los que por diversos motivos no he podido decir adiós (el Padre Julio, el Padre Ochoa, el Hermano Santiago, la doctora Ana, y demás personal magnífico de este lugar).



He pasado bastante tiempo pensando en las palabras adecuadas para resumir estos años, para decir este adiós y por fin lo he comprendido.
Así que no intentaré explicar lo vivido entre esas dos fechas, porque a pesar de creer fielmente que las palabras pueden recrear casi cualquier sentimiento, en este caso aseguro firmemente y me temo que las palabras no serían ni de lejos suficientes. Sólo recordar que cuando entré ahí no era más que una niña muy tímida de tres años...y que gracias a absolutamente todo lo que he vivido, tanto bueno como malo, he llegado a convertirme en una persona de verdad, en la persona que soy hoy. Y puedo decir con orgullo (no más del estrictamente correcto) que estoy orgullosa de la persona en la que me he convertido.
Dar gracias a todas y cada una de las personas que han formado parte de este tiempo, gracias por las palabras, los gestos, los momentos...gracias a todos los que me han permitido considerarles amigos en algún momento...incluso a aquellos que me hicieron daño a veces, gracias por mis cicatrices, en gran parte a ellas les debo lo que soy.


Gracias por haberme hecho sentir durante este tiempo que este era mi hogar, por hacerme ver que no puedo medir en tiempo estos años, porque sería como intentar valorar objetivamente los sentimientos...y no hay mayor error.
Simplemente gracias, y  (como una vez dijo otra gran persona cercana) espero que esto no sea un adiós, espero que sea un hasta luego.

   
                             


Agnes Hightopp

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