Se abre el telón...

Suenan tres timbres.
Se apagan las luces.
Se abre el telón.

Prólogo:

Mucha gente, caras nuevas, rostros familiares y sólo un puñado de ojos amigos.
Se escuchan comentarios, casi todos hablan en las butacas. Entonces una figura sale al escenario y se sienta en el borde. Las conversaciones se apagan. Tras un improvisado y emotivo discurso todos salimos del salón, con nuevas sensaciones y el deseo de volverlas a sentir.

Acto I:

Ya no hay tanta gente, pero estamos los que queremos estar. Poco a poco todos pasan de ser desconocidos a ser compañeros y amigos. La vergüenza inicial da paso a las risas y las bromas. Se forjan buenas amistades y las ya existentes se fortalecen...somos parte de algo genial.
Tras el estreno todos tenemos una enorme sonrisa en el rostro, aunque tras ella se esconde una pizca de tristeza, como siempre que algo bueno termina.
No hay despedidas, sabemos que nos volveremos a ver.

Acto II:

Más gente nueva (o por lo menos desconocida). Más trabajo y a un ritmo frenético.
Cada ensayo aparta nuestra mente y pensamientos de los problemas y preocupaciones de fuera, hace que nos sintamos en casa.
Todos trabajamos duro, no por obligación, sino, qué mejor dicho, por amor al arte.
Se acerca el estreno y empiezan a surgir problemas, hay llantos, discusiones, gritos, cambios...un ultimátum.
Conseguimos sacarlo adelante, por ella, por nosotros...
Entonces ocurre algo, algo malo.  Hay que posponer la obra.
Muchas lágrimas, algunas esperanzas e ilusiones rotas y una gran sensación de vacío en todos.
Despedidas emotivas de aquellos que fueron extraños un día, pero que ahora son parte de esta variopinta familia llamada "Teatro Claret".



Salimos del salón.
Se apagan los focos.
Se cierra el telón...pero la obra no ha terminado, nunca lo hará.




Agnes Hightopp

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